sábado, 4 de agosto de 2012

GALLARDÓN. DE SORDO FARAÓN A MINISTRO DEL SILENCIO


SINOPSIS

Poco suele gustar el tema de la política y sus políticios. Si no es por sugerencia de una compañera, ni yo mismo me hubiese animado a contar algo así. Pero como mi ignorancia es de las más atrevidas, aquí la personal visión de un político en auge.

Gallardón. De sordo faraón a ministro del silencio

Todos tenemos una amiga en Madrid llamada Ana. La mía, aunque quede feo decirlo, es la mejor. Mi Ana es total. La tía tiene coraje y, desde tiempos remotos, anda dando saltos por el mundo. 'Aquí estoy para demostrar que una mujer sola puede viajar por culaquier lado' -me dijo nada más concerme. Era algo que sabía, aunque verla moverse me reafirmó aún más la cosa. Se lo patea todo mi Ana. No hace ascos a inalcanzables alturas ni a profundidades impensables. Ya debió sobrepasar la barrera del miedo porque, hasta hoy, a todo le encuentra la gracia.

Tan solo vi apesadumbrada a mi amiga cuando le tocó hablar de su ciudad natal. Curioso que personas como ella -tan acostumbradas a ver de todo- transmitan cierta tristeza cuando de su nido se trata. Ella cuenta que, desde sus primeros recuerdos, en Madrid hubo ruido. Cuando a finales de los ochenta se pudo comprar un apartamento en el centro, no se podía imaginar viviendo en otro sitio distinto a Malasaña. Nunca concibió ella aquellas calles sin otra decoración que sus escandalosas terrazas.

Pero un día llegó en que El Faraón ganó sus primeras batallas. Se instaló en el centro de Madrid y quiso terminar con el ruido imponiendo sus propias melodías. Según me cuenta, todos salieron a celebrar la última noche en que los bares abrirían sin hora de cierre. Y en esa misma tesitura se vieron retransmitidos en varios telediarios. Fue una especie de despedida de las noches sin hora. Pero llegó el fin del milenio y en Madrid ya se iba a poder dormir. Así fue como lo proclamó el monarca desde su sordera.

Se le olvidó aclarar que, en lo de dormir, exceptuaba a todos los vecinos que vivieran alrededor de las obras del mismo Faraón. No descansarían durante los años que se alargaran sus faraónicos proyectos. Nadie consiguió ya relajarse al verse afectado, también, por el endeudamiento de la ciudad o las inundaciones que las mismas obras provocaron. Perplejos observaron cómo cientos de restos arqueológicos destapados se cubrían rápidamente a golpe de cemento. Y no salen de su asombro presenciando el desarrollo que tienen los innumerables juicios que el ayuntamiento va salvando en Bruselas.

Aunque la ciudad pierda, El Faraón triunfa también en su última contienda y asciende a Ministro del Silencio. Sentado en el púlpito muchos reclamos hoy se acallan durante su mandato. Los desmanes reales pasan por alto y se silencian las voces que protestan. El pseudo-progresista pepero que se vanagloriaba de haber casado a las primeras parejas homosexuales del país, nos ofrece su nuevo golpe de efecto. Enmudece. Se calla. Pero no como mujer de vida alegre, sino como especie de reprimido sexual. Sí hombre, con esa misma actitud que algunos tienen de no parar de mirarte al tiempo que van poniendo caritas.